Según la leyenda, el cuero ruso apareció por primera vez en la época de los zares. Tras galopar por las interminables estepas de Rusia, un guerrero cosaco se reunió al anochecer alrededor de una hoguera con sus compañeros jinetes. Entonces se le ocurrió frotar sus botas de cuero con corteza de abedul para impermeabilizarlas. Esto difundió un olor extraordinario que encantó inmediatamente a todos los jinetes.